Huyen de la pobreza, los matrimonios forzados y los abusos. «Hasta la familia más pobres tiene fósforos y aceite», publica The New York Times.
El periódico The New York Times publica la historia de Gul Zada, una mujer afgana que decidió matarse tras un incidente familiar. La noche anterior a prenderse fuego llevó a sus hijos a la casa de su hermana para una reunión familiar. Todo parecía ir normal. Pero se olvidó de llevar un presente y fue reprendida por un familiar.
Este pequeño detalle la quebró. Zada, una empleada doméstica madre de 6 niños, terminó con un 60% de su cuerpo quemado. «Sobrevivir con un 40% es realmente muy difícil», publica el diario neoyorquino.
En todo Afganistán, existe un solo centro médico dedicado a las víctimas de quemaduras, una forma común de suicidio en la región, principalmente por que las herramientas para llevarlo a cabo son fáciles de conseguir.
En el mes de octubre, alrededor de 75 mujeres fueron internadas con quemaduras, un 30% más que en 2009. «Pero los números dicen menos que las historias de vida», sostiene el periódico.
La mayoría de las veces no quieren admitir problemas en el hogar. Y los desórdenes mentales a menudo no son diagnosticados y, mucho menos, tratados. Zada, probablemente, sufría de depresión.
Las opciones de vida para las mujeres afganas son muy pocas: sus familias son su destino. La educación es un privilegio al que no tienen acceso, ni siquiera eligen con quién quieren pasar el resto de sus vidas y el rol al que son asignadas dentro de la casa es incuestionable. Su trabajo principal es servir a sus maridos. En el mundo exterior, son completamente excluidas.
«Si quieres escapar de tu hogar, podrías ser violada o encarcelada, para luego ser regresada a tu casa ¿y sabes qué pasaría en ese caso?», pregunta Rachel Reid, una investigadora de la organización Human Rights Watch, quien estudia la violencia que sufren las mujeres afganas.
Quienes escapan son severamente castigadas. Principalmente, porque pasaron mucho tiempo «sin la vigilancia de un hombre». Mujeres y niñas son lapidadas hasta morir.
Pero no en todos los casos este trágico destino es producto de una decisión propia. Muchas veces son, inclusive, las familias políticas quienes incurren a este método.
«La violencia proviene de todos lados. Desde los padres, hermanos o maridos», sostiene Dr. Shafiqa Eanin, un cirujano plástico del hospital que reciben a las heridas con quemaduras.
«Ahora mismo tenemos a dos mujeres internadas, que fueron prendidas fuego por sus suegras, en complicidad de sus maridos», revela el doctor.
Aquellas mujeres que sobreviven a las quemaduras, ya sea causadas por ellas mismas o por familiares, la experiencia cambia sus vidas. Muchas piden la ayuda de abogados para solicitar el divorcio. La mayoría, no lo hace.
Fuente: infobae
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