Los últimos descubrimientos revelan que el ADN puede determinar qué tipo de pareja nos atraerá y explican paso a paso las causas biológicas de la obsesión, euforia y falta de apetito al enamorarnos.
El amor romántico no fue un tema científico hasta la década del 90. Era considerado, más bien, asunto de novelas rosa, música popular y poco tenía que ver con el trabajo científico. Sin embargo, cuando en esa época se inició la llamada «década del cerebro», donde la ciencia comenzó a estudiarlo como nunca antes por el surgimiento de nuevas tecnologías, las investigaciones comenzaron a fijar su mirada en las raíces biológicas de este sentimiento.
El resultado, 20 años después, es que se ha comprobado que cada vez que escogemos una pareja, que nos obsesionamos con ella y hacemos lo imposible por establecer un vínculo perdurable, están actuando una serie de factores neuroquímicos y genéticos que motivan nuestro comportamiento amoroso.
Si bien la única pregunta que la ciencia no ha podido responder es por qué nos enamoramos de una persona específica -y sólo de ella-, las investigaciones más recientes se han focalizado dos áreas de descubrimientos: el peso del ADN y los circuitos cerebrales de las diferentes fases del amor.
LOS TRES CIRCUITOS DEL AMOR
La antropóloga Helen Fischer -una de las más persistentes investigadoras de la ciencia del amor- ha demostrado que la atracción sexual, el enamoramiento y los vínculos perdurables son tres sistemas de emociones diferentes y que, por lo mismo, ocupan circuitos cerebrales independientes. Algo que el sentido común ya intuía.
El primero, el deseo sexual -hasta ahora el más estudiado- está asociado a las hormonas estrógeno y testosterona. En el amor romántico, el segundo circuito, en cambio, se activan tres químicos cerebrales: la serotonina, dopamina y norepimefrina, que controlan la energía, la atención,la exaltación. Si usted está comenzando una relación y lo único que hace casi todo el día es pensar obsesivamente en su pareja, porque no hay nadie que se le iguale, es la serotonina la que está actuando. O si se siente eufórico después de cada llamada, le falta el apetito y muchas veces no puede dormir, es culpa de la dopamina. Y si es capaz de recordar hasta el más mínimo detalle de cómo andaba vestido durante la cita de hace dos semanas o las palabras que le dijo durante una conversación del mes pasado, la norepinefrina es la responsable, con su capacidad de aumentar la memoria a nuevos estímulos cuando está elevada.
El tercer circuito es de las relaciones estables, donde actúan otras dos hormonas: la vasoprasina y la oxitocina, dos compuestos cruciales para desarrollar el apego, ese sentimiento que suele venir después de la fase de enamoramiento y que implica la consolidación de una íntima unión emocional, que nos trae calma y seguridad, y reduce la actividad del cerebro que está alerta ante el peligro. La oxitocina es la misma que se libera durante el parto y es clave para que madre e hijo forjen lazos.
El médico estadounidense Larry Young, de la Universidad de Emory, comprobó este año en un tipo de roedor monógamo -«perros de la pradera»- que cuando se les inyectaba oxitocina a las hembras, éstas necesitaron de un período muy corto de convivencia con algún macho para «elegirlo» como su compañero. Lo mismo sucedió con los machos, al inyectársele vasopresina, comenzaron a manifestar una nueva urgencia de anidar. Ambos, macho y hembra, fueron capaces de crear lazos incluso sin aparearse.
EL SEXO PUEDE LLEVAR A UN AMOR DURADERO
Recientes experimentos han demostrado que durante el orgasmo se produce en la pareja un aumento de los dos sustancias que incentivan el apego, por lo que es posible pasar del deseo sexual al amor romántico y de ahí a una relación perdurable.
UN SPRAY PARA PRODUCIR APEGO
¿Existirá la posibilidad de crear una poción de amor, que siempre ha estado en el imaginario colectivo? Los optimistas creen que sí. Una investigación realizada por la Universidad de Bristol este año demostró, con casi un centenar de voluntarios, que basta rociar a las personas con un spray de oxitocina, «la hormona del apego», para que ellos encuentren más atractivos y confiables a desconocidos.
EL AMOR ROMÁNTICO A VECES PERDURA
Es cierto que varias investigaciones han calculado que la fase del enamoramiento dura entre 12 y 18 meses. Sin embargo, un estudio realizado este año por expertos del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York comprobó que las parejas pueden seguir enamoradas profundamente mucho tiempo después de la luna de miel.
En 2005, algunas investigaciones habían determinado con resonancia magnética que cuando las personas están experimentando la fase del amor romántico y ven fotos de su pareja, se activan en ellas ciertas áreas de su cerebro. Lo que verificaron ahora los científicos es que esas mismas áreas se encienden en algunas parejas que llevan 21 años de matrimonio al observar la foto de su marido o esposa. «Ahora tenemos evidencia fisiológica de que el amor romántico puede durar», comenta Fisher.
Hubo algunas diferencias entre los amantes tempranos y los que llevaban décadas juntos. La gente en relaciones a largo plazo y muy enamoradas mostraba también mayores niveles de actividad en una zona del cerebro asociada a la calma y a la supresión del dolor, mientras que los más jóvenes tenían más actividad en una zona relacionada con la obsesión y la ansiedad. «La diferencia es que en el amor a largo plazo, la obsesión, la manía y la ansiedad, han sido reemplazada con tranquilidad», dice Fisher.
MIENTRAS MÁS DIFERENTE SEA EL OTRO, MEJOR
¿Se ha preguntado qué le llevó a enamorarse de cierta persona y no de otra, cuando a todas luces la segunda era una mucho mejor opción? El año pasado, la ciencia logró adentrarse un poco más en uno de los aspectos que aún permanecen entre los misterios del amor: la elección de pareja. Y, al parecer, una respuesta podría encontrase en los genes.
Investigadores suecos pidieron a un grupo de mujeres que olieran, durante tres días, camisetas que habían sido usadas por hombres desconocidos y eligieran a los más atractivos. Luego se analizó una parte específica del ADN de los participantes, responsable de un grupo de genes (HLA) que juegan un rol esencial en las respuestas inmunes. En todos los casos, los hombres elegidos tenían un HLA muy distinto al de ellas. Según se ha visto en experimentos de laboratorio, los hijos de parejas con HLA distinto heredan una mayor variedad de respuestas inmunológicas y, por lo tanto, son más resistentes a las enfermedades. Detectar y clasificar los genes de HLA es una tarea que nuestros cuerpos realizan de forma automática e inconsciente a través del olor.
El descubrimiento puso en alerta a la industria y no pasó mucho para que saliera al mercado GenePartner.com, una compañía suiza que usa la genética para predecir si dos personas sentirán atracción entre sí. Con datos genéticos de 270 parejas, la empresa creó un test que predice la compatibilidad basada en las combinaciones de HLA.
EL GEN DEL NO COMPROMISO
En 2008, científicos del Instituto Karolinska de Suecia analizaron las dificultades para establecer relaciones que tienen algunos hombres, buscando una posible causa genética. Y la encontraron: la versión 334 del gen AVPR1A, responsable de codificar la proteína llamada vasopresina, la misma que tendría un rol clave en el sentimiento de apego que ellos desarrollan hacia sus parejas.
Los investigadores analizaron datos del ADN de 550 gemelos y sus parejas. Los que tenían la versión 334 del gen tendían a permanecer solteros y, si llegaban a casarse, eran dos veces más propensos a tener crisis matrimoniales. Esta variante del gen está presente en dos de cada cinco hombres.
LA ADICCIÓN AL AMOR EXISTE
Los amores enfermizos existen. Y también desde la perspectiva de la ciencia. Recientes investigaciones han revelado que en ciertas personas que han sido dejadas por sus parejas y no han podido superar la ruptura, se mantiene activa una zona del cerebro asociada a las adicciones. «Ello explica por qué decirle a una persona que es hora de olvidar puede ser tan inútil, como decirle a un alcohólico que tape una botella», dice Helen Fischer.
LA LISTA DE LA INFANCIA
Pero si usted ya está creyendo que la elección de su pareja es sólo el resultado de una conjunción de químicos cerebrales y mandatos genéticos, sepa que por supuesto- no es tan así. «La biología predispone al amor, pero las experiencias culturales modifican esas predisposiciones, acentuando algunas y relegando otras, y cada uno de nosotros las consolida de acuerdo con su propia historia», dice Fischer.
Tras diversas investigaciones, el sicólogo John Money, de la Universidad John Hopkins en Nueva York, llegó a la conclusión de que las experiencias durante la infancia son determinantes en la elección de pareja.
Entre los 5 y 8 años, dice el académico, cada persona elabora su «mapa del amor». Una lista inconsciente de rasgos que después comenzará a buscar en otra persona: su origen social, sus características físicas, su inteligencia e, incluso, su olor. «Esta imagen mental es compleja, única y se consolida cuando comienza la pubertad, y es el resultado de las experiencias e interacciones que tenemos con nuestros padres, compañeros de juego, hermanos, profesores y otras figuras de autoridad», explica Money.
POR QUÉ NOS GUSTAN LOS BESOS
El deseo sexual se despierta y mantiene gracias a la acción de la testosterona, la hormona masculina. Lo que se ha comprobado es que mientras más largo sea un beso más testosterona le traspasa el hombre a la mujer a través de la saliva, convirtiéndose en un afrodisíaco natural.
Fuente : latercera.com